EL ELEFANTE ENCADENADO (La Voz de Galicia,03/10/2020)
Con la rutina que trae el otoño, vuelven los hábitos que cada uno de nosotros establecemos en nuestro día a día. Al igual que ocurre con el inicio del año, este es un buen momento para adquirir nuevos hábitos que contribuyan a mejorar nuestro crecimiento personal. El primer paso para conseguir la felicidad en tu vida es realizar un ejercicio de autoconocimiento. Debes saber a qué aspiras, qué es lo que quieres conseguir, tener la visión de hacia dónde quieres llevar tu vida en el ámbito laboral, familiar, social y espiritual. Una vez lo tengas claro, debes establecer los hábitos que te permitan llegar hasta allí, siendo muy constante para interiorizarlos, automatizarlos y llevarlos a cabo sin excusas. Los hábitos pueden ser buenos o malos para tu crecimiento personal. Está en tu mano elegir qué tipo de hábitos quieres adquirir. Comer sano, hacer ejercicio, dormir bien, leer más, planificar, salir de tu zona de confort, meditar y dar gracias son hábitos muy saludables. Por el contrario, fumar, beber alcohol, comer mal, dormir poco, no hacer ejercicio, posponer tareas, abusar del uso del móvil o caer en la pereza son hábitos poco saludables y que, muy probablemente, te alejen de tus metas. Los hábitos pueden ser las cuerdas que te sirvan para impulsarte hacia adelante; pero también pueden ser las cadenas que te retengan atado a un pasado, o a un presente continuo, sin evolución ni crecimiento personal. La fuerza de esas cadenas, realmente, no existe más que en tu mente. Para ilustrarlo voy a contarte, de forma resumida, un cuento de Jorge Bucay que se titula “El elefante encadenado”.
Había una vez un niño, muy curioso e inquieto, que fue al circo con su padre. El niño se quedó maravillado con la actuación de un gigantesco elefante. Durante el transcurso de la actuación, el majestuoso animal hizo gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales. En el intermedio del espectáculo, el niño se quedó aún más sorprendido al ver que la enorme bestia permanecía atada a una cadena sostenida por una pequeña estaca clavada ligeramente en el suelo. El niño preguntó a uno de los trabajadores del circo cómo era posible que semejante elefante pudiera arrancar un árbol de cuajo y, sin embargo, fuera preso de un pedazo de madera apenas clavado en la arena. El niño preguntó que por qué el elefante no huía. El hombre le contestó que el animal no huía porque desde que era muy, muy, muy pequeño siempre había estado atado a esa estaca. Como de pequeño no tenía suficiente fuerza intentó soltarse de sus ataduras una y otra vez sin conseguirlo. Con el paso de los años, aunque fue adquiriendo peso, tamaño y fuerza, ni siquiera se le pasaba por la cabeza intentar soltarse de la cadena que le ataba a la estaca, ya que tenía interiorizado que no podría soltarse. Había desistido de intentarlo hace muchos años. No escapaba, sencillamente, porque creía que no podía. El elefante se había resignado a su destino.
Espero que esta historia te permita hacer una analogía con muchas de las situaciones, rutinas y hábitos que puedan atarte, de forma reciente o desde hace años. Que te ayude a tener la valentía de intentar liberarte de esas ataduras que te encadenan y busques las cuerdas que te impulsen hacia la mejor versión de ti, que será, sin ninguna duda, la que te llevará a tu felicidad.
David Gómez Rosa (VIVEIRO ASESORES)