EL HOSTIÓN DE LA INFLACIÓN
¿Te acuerdas de Bud Spencer? Seguro que sí. Pues ahora imagínate ese gesto que habrás visto decenas de
veces. Ese brazo que se retrasa para coger velocidad desde atrás, la mano abierta con esos dedos gordos
como morcillas y un latigazo repentino que se dispara hacia la cara embobada de algún personaje que,
instintivamente, ya está cerrando un ojo y apretando la mandíbula a la espera del tremendo guantazo que se
le viene encima. Pues no se a ti, pero a mí es la imagen que se me viene a la cabeza desde que, a primeros de
año, la economía empezara a descontrolarse más de lo esperado, arrojando una serie de parámetros
alarmantes. Era evidente que nos acercábamos a un ciclo de recesión en la economía. Después del lento y
ligero crecimiento vivido a partir de la crisis financiera de 2008, cuando aún no estábamos del todo
recuperados, llegaron las turbulencias de una pandemia que agudizó los problemas de un sistema
económico globalizado, muy frágil y con síntomas de agotamiento. Desde comienzos de este año hemos
asistido a la subida imparable de la inflación, los cortes de suministro en la cadena logística (primero por
secuelas del cierre de la fábrica mundial, China, a causa la pandemia y después por la guerra de Ucrania), la
subida de los tipos de interés en Europa tras años de tipos cero, e incluso negativos, el aumento de la
morosidad en la devolución de créditos ICO, actualmente en el 25%, el precio de la electricidad en máximos
históricos, el precio de la gasolina rondando los 3 €/litro, el precio del gas disparado y utilizado como arma
política por Rusia para ganar la guerra económica que discurre paralela a la armamentística, etc. Y con cada
uno de estos datos no hago más que visualizar como se va armando el brazo, como se va abriendo la mano y
tengo la sensación de estar con un ojo cerrado, apretando los dientes, esperando el azote otoñal del gigante
barbudo. La hostia va a ser considerable. Al igual que en la película, todos sabemos que llegará, la duda es si
sólo nos dejará “grogi” durante unos meses o, directamente, nos tumbará. A medio plazo las previsiones no
son tan malas. Tanto el Banco de España como el Banco Central Europeo estiman una inflación para finales
de este año en torno al 7%, pero con una reducción a la mitad, 3,5%, para finales del 2023 y, eso sí, no
quedaría en el deseado 2% hasta finales del 2024. Para entonces, es previsible que se hayan estabilizado los
suministros y que se hayan diluido finalmente los efectos de la pandemia y de la guerra de Ucrania,
volviendo a encarar un horizonte optimista para la economía. Por tanto, lo importante es aguantar el arreón.
A corto plazo nos espera un primer año muy duro y un par de años más con dificultades, que son los que hay
que superar. ¿Cómo prepararse para salir airosos del envite? Pues aquí dependerá mucho de la situación y
necesidades de cada quien. Empresas con liquidez pero sin ventas ni previsión de crecimiento, empresas con
ventas y crecimiento pero sin liquidez, particulares con trabajo fijo, parados, pensionistas… Hay un sinfín de
caras con ojos cerrados y mandíbulas apretadas esperando el hostión del grandullón; pero cada uno tendrá
que esquivarlo o minimizar el daño de una manera distinta. A unos les tocará agacharse, a otros saltar, a
otros correr y a la mayoría no le quedará otro remedio que apretar los dientes y aguantar el tipo. Aunque la
receta será distinta para cada caso, buenas prácticas siempre son acudir a nuevas vías de financiación para
dejar la nevera llena durante la dura travesía, invertir en activos financieros que minimicen los efectos de la
inflación en los ahorros, buscar nuevas fuentes de ingreso, formarse y reciclarse para estar preparados
cuando el mercado vuelva a dar oportunidades, soltar lastre, es decir, aprovechar para deshacerse de todo
lo que no es productivo y mantenemos por inercia, y por último ser creativos. Cuando se entra en terrenos
desconocidos, donde no llega el dinero, la creatividad puede ofrecer fórmulas hasta ahora pasadas por alto;
ya que la necesidad agudiza el ingenio y es en esos momentos cuando se gesta el verdadero crecimiento en
las personas y las organizaciones. No olvides que crisis es sinónimo de oportunidad.
David Gómez Rosa (VIVEIRO ASESORES)