Artículo de opinión La Voz de Galicia - LA FABULA DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Si hay una rutina que me gusta cumplir a rajatabla cada noche, es la de leer un cuento a mis hijos antes de dormir. Y si hay una lectura recurrente, en esos momentos que atesoro junto a ellos desde que eran pequeñitos, es la de Las fábulas de Esopo. Soy un firme defensor de la sabiduría popular, me encantan las fábulas y los refranes. Seguramente porque no hago otra cosa que seguir la tradición que mi abuelo me inculcó. Aún resuenan en mi cabeza todas las fábulas y los refranes que me iba recitando cuando era niño en función las distintas situaciones que se presentaban en el día a día y que aún hoy tienen vigencia. Creo que toda la cultura que se pasa por transmisión oral de generación en generación conforma la idiosincrasia y el alma de un pueblo. A lo largo de mi vida, cuando me he encontrado en alguna encrucijada, acordarme de una fábula, o de alguno de los refranes que tantas veces me repetía mi abuelo, ha sido más valioso para mí, en ese momento, que la mayor de las cátedras. Ahora no puedo evitar que se me escape una sonrisa cuando alguno de mis hijos suelta, de forma espontánea, un refrán que viene al pelo de una situación concreta. Sonrío porque veo las enseñanzas de mi abuelo volar a través tiempo y lo siento de nuevo vivo, de alguna manera, en la boca de mis hijos. Pues bien, una de esas fábulas, que seguramente todos conocemos, es la de La cigarra y la hormiga. En ella se describe a la perfección la situación que atraviesan, en los últimos días, los países que forman la Unión Europea a causa de la conveniencia o no de la emisión de «coronabonos» para salir de la crisis económica en la que estamos inmersos a causa del COVID-19. Para explicar la situación de forma breve podemos decir que España e Italia son dos de los países más endeudados de la Eurozona, los que peores consecuencias están teniendo desde el punto de vista sanitario y los que mayores problemas económicos tendrán, previsiblemente, una vez se restablezca la situación normal de mercado debido a la paralización, durante la crisis, de gran parte de su actividad económica. Todo ello se suma a la poca capacidad financiera de su tejido empresarial, que está formado por pymes en más de un 90%, en ambos casos, y con fuerte orientación al turismo, sector especialmente castigado. Podríamos decir que son las “cigarras”, unos países despilfarradores que en los últimos años han continuado gastando y endeudándose por encima de sus posibilidades. Ambos países piden a gritos la emisión de coronabonos, ya que supondrían la socialización del riesgo y de las pérdidas entre todos los países de la Únión Europea. Por contra están las “hormigas”, a cuya cabeza se encuentran Holanda y Alemania, países que durante los últimos años han aplicado políticas económicas más restrictivas y que han conseguido disminuir su déficit público. Países que, además, no están siendo tan castigadas por la crisis sanitaria y que se oponen firmemente a la emisión de unos coronabonos que les obligarían a asumir un coste económico muy elevado para salvar al resto de países. Esto les llevaría durante un largo periodo a remar contracorriente, nuevamente, para tratar de subir al barco a Italia y a España, cuando estos países se han permitido la alegría de no ser tan austeros como ellos en los últimos años. Ni más ni menos que la fábula de La cigarra y la hormiga. Hasta los niños saben cómo acaba el cuento y cuál es la moraleja. No me queda otra cosa más que decir que, cuando lleguen las ayudas de Europa, que llegarán porque nuestra caída podría arrastrar al resto de países a una situación de bancarrota, no pensemos que serán ayudas gratuitas y sin contraprestaciones, habrá condiciones y habrá requisitos que cumplir, porque como diría mi abuelo: «Nadie da duros a cuatro pesetas».
David Gómez Rosa, de Viveiro Asesores.