AÑO DE NIEVES, AÑO DE BIENES
Dice el refranero popular, al que soy muy aficionado: “Año de nieves, año de bienes”.
Esto se debe a que, cuando dependíamos casi en exclusiva de las cosechas para
conseguir prosperidad económica, un año en el que nevaba mucho era sinónimo de
época de abundancia. Con la nieve cubriendo los campos se proveía a la tierra de un
manto natural de agua que la mantenía húmeda y la iba regando de forma paulatina
procurando abundantes cosechas, lo que suponía que, por la economía circular, se
generaría riqueza para todos los gremios de la sociedad de forma directa o indirecta.
Pues bien, este año 2023, como una cruel metáfora, ha comenzado con muy pocas
nevadas. Está siendo un invierno atípico con temperaturas bastantes suaves y poca
nieve. En la economía actual vemos también indicios de tierras áridas que no presagian
tiempos precisamente boyantes. Para comenzar, la inflación está en cifras bastante
elevadas. Hablamos de tipos cercanos al 6%, pese a haberse suavizado en los últimos
meses, aunque con una inflación subyacente disparada en los precios de los alimentos.
Se acumulan incrementos del 55% en aceites, 50% en azúcar, 37% en cereales, 30% en
leche y 27% en huevos. La rebaja del 4% del IVA para los productos de primera
necesidad va en el buen camino para aliviar el gasto de las familias, pero, como puede
observarse, se queda bastante corto convirtiéndose en poco más que un gesto a la vista
de la evolución de los precios. Además, estamos sufriendo unos incrementos de los
precios de suministros y combustibles que ya superan el 50%. Esta inflación galopante
está haciendo mella en bolsillo de los compradores. Se está acabando, a pasos
agigantados, con la hucha postpandemia que habían conseguido ahorrar las familias. De
seguir a este ritmo, la desaceleración económica va a terminar en un frenazo en seco.
Pero como la economía son ciclos, aunque estemos en la fase descendiente del pico de
sierra que nos toca, llegará un momento en el que toquemos fondo y a partir de ahí se
volverá a crecer. Es cierto que la velocidad, tanto de caída como de recuperación,
dependerá de las medidas que tomemos en el corto, medio y largo plazo. Por eso, lo que
a mi juicio jugará un papel muy importante, en la coyuntura actual, es encontrar la
forma de canalizar las ayudas europeas de los fondos Next Generation. Dos años
después de haberse aprobado el Fondo de Recuperación y Resiliencia en la Unión
Europea por el que a España le corresponderían unos 70.000 millones de euros, no
hemos llegado a solicitar ni de la mitad de estos fondos y, lo que es más preocupante, no
se ha trasladado al tejido económico de nuestro país, a las empresas y las
administraciones, ni la cuarta parte de estos fondos. La excesiva burocracia está
entorpeciendo la posibilidad de utilizar estos fondos para conseguir un verdadero
cambio de nuestro sistema productivo. Equilibrar una economía basada en el turismo
con inversión en I+D+i que oriente parte de nuestra oferta hacia el sector secundario, la
digitalización y la sostenibilidad sería la mejor medida que podríamos tomar para
garantizarnos un futuro solvente. No olvidemos que tenemos una mochila de deuda del
120% del PIB y que nuestro talón de Aquiles es la productividad. Así que, los fondos
europeos son nuestro manto nieve y, hasta la fecha, parece que también aquí ha nevado
poco. Pero ya sabes, al mal tiempo buena cara que cuando el hambre aprieta la
vergüenza afloja y, como no hay mal que cien años dure, todo se andará porque al que
madruga Dios le ayuda y al que come y aparta nunca le falta.
David Gómez Rosa (VIVEIRO ASESORES)